Por: Polly LaBarre
La premisa del programa -que la única manera de saber qué
está ocurriendo realmente en su organización es que el jefe se haga pasar de
incógnito en los frentes de la empresa- es, con demasiada frecuencia, una
realidad en las organizaciones de cualquier tamaño. Sin embargo, al mismo
tiempo, la visión del jefe como la autoridad suprema con el poder heroico de
irrumpir y salvar el día -ya sea que eso signifique pagar una hipoteca,
conceder un ascenso instantáneo o revocar una política criticada- domina en la
vida real, así como en la televisión de 'realidad'.
Pocas figuras son al mismo tiempo tan vilipendiadas y
veneradas como la de 'jefe'. El problema no es con las personas que llenan ese
puesto (eso es otra historia), sino con el papel mismo. La organización
'moderna' fue fundada bajo el principio del control: una autoridad central que
determina la dirección, concentra la información, coarta el poder de decisión,
y castiga las desviaciones de la norma.
Eso pudo haber funcionado en un mundo en que la
estandarización, la previsibilidad, la conformidad y la disciplina eran
suficientes para producir beneficios en masa. Pero no funciona en un mundo en
constante cambio, con competencia en todas partes, y donde el conocimiento se
ha convertido en un bien comerciable. Y ciertamente no funciona en un mundo en
el que hay tanta hambre por una mayor humanidad, libertad, y significado.
Hemos llegado a un punto de inflexión en lo que respecta a
la forma en que organizamos el esfuerzo humano. Las organizaciones más
inspiradoras de hoy están experimentando con aquello que hace que la gente se
levante de la cama por la mañana y lo que dispara su imaginación, su iniciativa
y su pasión. Y los mejores jefes entienden que su poder no proviene de mantener
el control, sino de idear maneras para dar rienda suelta a una mayor libertad y
creatividad entre su personal.
Por supuesto, la ideología del control está profundamente
arraigada en nuestras organizaciones. Cincelar los bordes no provocará un
cambio significativo. Es por ello que es muy instructivo aprender de
organizaciones que han acabado con la jerarquía tradicional y han aprendido a
gobernar sin jefes y a gestionar sin directivos. Puede que estos experimentos
de larga duración en la democracia organizacional y en la autonomía radical
hayan 'nacido de ese modo', pero ofrecen un conjunto de ideas y enfoques para
reflexionar y redistribuir el liderazgo en cualquier organización.
Compañeros antes que
jefes
Morning Star es la empresa procesadora de tomate más grande
del mundo y, probablemente, uno de los modelos más destacados de la gestión sin
directivos a nivel mundial. La compañía del centro de California fue fundada
por Chris Rufer en 1970, con un enfoque organizacional distinto. Según Paul
Green, Jr., quien dirige el área de formación y desarrollo de Morning Star, esa
filosofía asume que "las personas son más felices cuando tienen control
personal sobre sus vidas; y que las organizaciones más humanas son aquellas en
las que la gente no es administrada por los demás, sino en las que los
participantes se coordinan entre sí, gestionando sus propias relaciones y
compromisos con los demás".
Hoy en día, Morning Star es un negocio complejo con capital
intensivo de 700 millones de dólares, que ha registrado un crecimiento de dos
dígitos durante 20 años (en una industria con una tasa de crecimiento anual de
alrededor de 1%), y un conjunto de 400 colegas, sin jefes, títulos o
descripciones puestos de trabajo, quienes determinan sus propias funciones y
responsabilidades, negocian sus compromisos de igual a igual, y toman sus
propias decisiones acerca de a quién contratar y cómo gastar el dinero de la
compañía.
En lugar de luchar de manera incómoda contra una jerarquía
rígida, el sistema CLOU permite a los colegas de Morning Star operar en una
jerarquía 'natural' basada en la experiencia, los logros y la rendición de
cuentas. Las personas no se mueven "hacia arriba" en Morning Star,
sino que crecen en respeto y responsabilidad (así como compensación) en función
de sus contribuciones.
Del mismo modo, las ideas no son llevadas hacia arriba en la
cadena de mando, sino que viajan hacia los colegas pertinentes. En este
sistema, en el que nadie (y todo el mundo) es el jefe, las relaciones fuertes
crean una organización más fuerte.
FUENTE: cnnexpansion.com
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