Autor: Un obispo Anglicano.
Cuando o era joven y libre y mi imaginación
no tenía límites, soñé con cambiar al mundo.
A medida que envejecí, y me hice más sabio,
me percaté que el mundo no cambiaría.
Entonces decidi limitar mis sueños y cambiar
solamente a mi país.
Pero éste también pareció inamovible.
Cuando entré en mi ancianidad, en un último
y desesperado intento, busqué cambiar solamente
a mi familia, los más cercanos a mí,
pero no, ellos no lo aceptaron.
Y ahora heme aquí, en mi lecho de muerte,
y acabo de comprender (quizás por primera vez)
que si tan sólo me hubiese cambiado primero a
mí mismo, entonces con mi ejemplo hubiese
influenciado a mi familia y con su aliento y apoyo
podrá haber mejorado mi país, y quién sabe,
si hasta hubiese cambiado al mundo.
"Nosotros no podemos cambiar el mundo, pero nosotros si podemos cambiar, para que el mundo cambie"
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